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ERA CAMINANTE CONVENCIDO Y NOCTÁMBULO CALLEJERO ...

Buscaba independencia por inquietud personal y libertad por derecho propio. Quiso conquistar la amistad de su dignidad, pero para ello tuvo que pagar una absurda y cínica deuda jamás contraida, que fiscalizó su vida y la de los suyos. Finalmente cayó en la trampa de la tarántula institucional, de la que sólo le separa una fría y seca tapadera semiabierta...

Acoso. Grabación en octubre de 2009

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VAGABUNDO TRAS LA LIBERTAD

EL CUADERNO DE GUILLERMO: NO, GRACIAS. (ACOSO INSTITUCIONAL EXTREMEÑO)

sábado, 30 de marzo de 2013

Violación

 

vagabundo tras la libertad 000
Memoria de mi enfermera XLIV: «Violación»

Lola Montalvo

Esta entrada se la dedico a la inefable profesora Gloria Casanova

 

Fragmento de mi relato «UN PELLIZCO EN EL ALMA»

«Mi hija es una guapa jovencita, por lo menos a mí me lo parece. Pero sobre todo es buena, amable y responsable. Estudia mucho, más por gusto que por obligación. Nunca hemos querido dirigir su futuro; pero es que tampoco hemos tenido necesidad. Cuando otros padres se veían impelidos a encauzar la vocación de sus retoños, nuestra hija nos relataba sus planes de estudio y sus esperanzas. Lo tenía muy claro, muy decidido, por lo que apenas hemos debido planificar su futuro académico; sólo nos hemos ido encargando de gestionar papeles y trámites administrativos en el instituto y en escuelas de formación.

Ana, como todos los jóvenes de su edad, ha ido conociendo amigos y amigas y nos los ha ido presentando oportunamente. He de reconocer que más de uno y más de una de esas amistades no llegaron a ser de nuestro agrado. Eran demasiado modernos para nuestro gusto, pero jamás tuvimos motivo de queja. Muchas veces discutimos con Ana y más de una vez, y más de diez, estuvo castigada; la hora adecuada de volver a casa por las noches; su gusto en el vestir, demasiado escueto y moderno para nuestras mentes carcas; diferencia de opiniones o el incumplimiento de alguna norma doméstica, fueron el origen de enfados, broncas y castigos. Pero nada más. Ana es una buena persona y ha crecido demasiado deprisa para mi gusto; se ha convertido en una mujer delante de mis narices casi sin darme cuenta. A sus quince años, en el momento en que todo ocurrió, se valía por sí misma con total desenvoltura, como cualquier adulto y, en poco tiempo, no nos necesitaría para poder llevar su propia vida. Entender algo tan sencillo como esto me ocasionó una inmensa tristeza. Para mí seguía siendo mi niña pequeña. Todo cambiaría para siempre mucho más rápido de lo que a todos nos habría gustado.

Una noche mi hija no llegó a la hora que teníamos acordada. Llevaba más de una hora de retraso. Otras veces se había retrasado unos minutos, pero nunca tanto. Yo no paraba de mirar el reloj por el rabillo del ojo. Sara tampoco. No podía concentrarme en el programa de televisión que estábamos viendo. El corazón me latía como loco en el pecho y amenazaba con ahogarme. Transcurrió una hora más y, cuando ya tenía el teléfono en la mano para llamar a la policía, una llave rasgó la cerradura de la puerta de nuestra casa. Sara y yo saltamos del sofá a la vez, como impulsados por un resorte y corrimos a la entrada. Cuando mi hija entró supe con sólo verla lo que le había pasado. El largo y hermoso cabello castaño aparecía revuelto y sucio. La ropa rota y descolocada. La cara magullada y manchada de sangre, saliva y lágrimas. Mi hija lloraba y no nos miraba a la cara; se tironeaba de la falda destrozada con una mano, mientras que con la otra intentaba, con poco éxito, cerrar sobre su pecho los restos hechos jirones de su blusa. Me quedé helado. No podía moverme, no podía reaccionar. Sara se abalanzó sobre nuestra hija, la abrazó y la acunó mientras ambas lloraban. La hizo entrar en casa y cerró la puerta con llave. La llevó al cuarto de baño y abrió los grifos dejando correr el agua. Algo chispeó en mi mente y me dirigí al baño con una agilidad que creía perdida hace años... Cerré los grifos con movimientos torpes y nerviosos. «¡No la laves, no se te ocurra lavarla!» La voz me salió en un bramido que hasta a mí me asustó. Mi hija y Sara se acurrucaron la una en la otra y me miraron con horror. Mi querida esposa comprendió al instante y entre susurros explicó a Ana la necesidad de ir a comisaría tal y como estaba. La niña se dejó hacer, se dejó llevar. Nosotros nos ocuparíamos de todo y la cuidaríamos como habíamos hecho hasta ese momento. ¡Mi niña!

En la comisaría nos atendieron eficiente y rápidamente. Nos acompañaron al hospital, el mismo en el que yo trabajaba en ese momento, por cierto. Esperé lo que me parecieron interminables horas mientras mi esposa acompañaba a Ana en las exploraciones y tomas de muestras que le realizaron. Una unidad especial de la Policía se encargó de todo. Tanta celeridad y facilidad en el desarrollo de los distintos trámites me ayudaron a comprender que debían de ser muchos los casos como los de mi hija.

Al alba regresamos a casa. Nuestra hija pudo acostarse ya aseada, por fin y, con la ayuda de la mediación adecuada, se durmió al poco. Su sueño fue inquieto y plagado de espantosas pesadillas.»

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Podría haber sido más cruento mi relato, de hecho he estado tentada a hacerlo y mostrar de verdad cómo se siente una mujer cuando un tipo asqueroso y repugnante (porque hasta el más guapo y limpio se vuelve así cuando viola a una mujer... o lo pretende) se le echa encima y la fuerza para violarla. ¿Que como lo sé? Quizá tengo tanta empatía que soy capaz de imaginarlo... ¿verdad?

No.

Lo sé porque yo lo sufrí... a mí, con 16 años, me abordó un cerdo asqueroso con una navaja e intentó violarme. Me sobó todo el cuerpo, me puso la navaja en el cuello me susurró que ya había estado en el trullo y que le daba igual volver... Me tomó el pelo entre las manos y se lo llevó a la cara. Al final logré escapar, pero el terror se apalancó en mi cuerpo, en mi esencia, en mi espíritu, en mi vida y ya nunca he sido capaz de deshacerme de él. He aprendido a vivir con ese miedo.

Cuando te atracan de esta forma te roban demasiadas cosas, te roban tu seguridad, tu felicidad, tu feminidad... Yo tenía el pelo largo y rizado hasta la cintura; adoraba mi cabello largo y bonito. Tanto asco me provocaba mi cabello en la cara de ese cerdo que me lo corté cortito y ya nunca me lo he dejado largo otra vez.

Te roban todo y se meten en tus sueños, en tu imaginación, en tu vida..., sin salida, sin escapatoria alguna. Y eso que no se consumó lo que muchos pueden pensar que es lo peor. No quiero ni imaginar el tener algo como eso en mi cabeza toooooda la vida, rumiarlo una vez y otra y procurar llevar una vida sexual normal dejando a un lado algo tan espantoso. Sí, la mujeres que sufren algo así y lo superan son fuertes, son luchadoras... pero por desgracia no todas consiguen superarlo, muchas enferman e incluso, se suicidan.

Estos días atrás hemos tenido que leer y escuchar que una profesora de religión, una integrista estulta e ignorante, aseguró en su cátedra: «El aborto en caso de violación no es aceptable; de lo terrible de una violación, sacas algo bueno que es un hijo». Otras perlas que brotan del intelecto de esta mujer fueron que «la homosexualidad se puede reconducir» o que... «aunque tu marido te sea infiel, la verdadera prueba de amor es seguir amándole con lágrimas en los ojos, como Jesús lloraba en la cruz" o "las mujeres maltratadas no deben separarse porque eso es amor

A esta mujer y a los que defienden sus postulados no les deseo ningún mal... no soy como ellos que prefieren que una mujer siga sufriendo maltrato físico o psicológico con tal de no separarse de su maridito. La maldad en esta sociedad hay que coartarla, frenarla y erradicarla con medidas educativas y castigando los delitos... no tolerándolos con amor, como pretenden estos pacatos. Demasiadas mujeres sufren violaciones con resultado de embarazo, agresiones sexuales de todo tipo, acoso, malos tratos y asesinatos resultado de una relación machista y hay que poner en nuestra sociedad todos los medios que protejan a las víctimas, no que encubran al delincuente. Señores y señoras integristas cristianos: el amor es para todos y debemos empezar por las víctimas, amen ustedes después al agresor. Estoy segura de que no pensarían igual si las víctimas de violación fuera una hija suya o ustedes mismas. De hecho, cuando era joven vi varios casos de flagrante hipocresía integrista-cristiana: alguna que otra joven hizo un viaje relámpago a Londres con la excusa de ir de compras. Al regreso pesaban varios kilillos menos. El aborto está mal, claro, excepto cuando les afecta el problemilla a ellos y ellas. Entonces sigue estando igual de mal, pero de escondidas.

Yo no estoy especialmente a favor del aborto, tengo mis dudas y mis reservas, pero por supuesto lo veo una medida imprescindible en algunos casos y en caso de aborto lo veo FUNDAMENTAL. Diga lo que diga esta... profesora.


Y, por ahora, nada más. Cuidaos, por favor...

Fuente:

http://lolamontalvo.blogspot.com.es/

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